Deconstrucción

Deconstrucción Testimonio de una madre

Redacción PETALES

Equipo de redacción de Petales España.

Deconstrucción Testimonio de una madre

He sufrido y sufro mucho por culpa de mi mente, de no aceptar lo que ocurre en mi casa, en mi familia, por no aceptar lo que ES, lo que tengo. Siempre deseando que las cosas fueran de otra manera. El resultado ha sido tristeza, angustia, dolor, vergüenza, desánimo, paralización a veces. Para ello he buscado para mí terapias, lecturas que me ayuden a entender, grupos de apoyo, videos de crecimiento personal, cursos, talleres, cientos de intentos de estar bien. Es verdad que he encontrado en toda esta búsqueda calma, explicaciones, consuelo… a ratos, a días.

He pensado muchas veces en que esta vida no era para mí, que me he equivocado, que la vida que tengo me viene muy grande, el sufrimiento, la anticipación de desastres, la hostilidad en casa, la falta de reconocimiento, de amor, la incomprensión social, familiar, me ha machacado. La sensación de hacerlo mal. El sentimiento de fracaso. La familia que tengo no es la familia que yo esperaba.

Buscando fuera me he perdido. Necesito deconstruir muchos conceptos, presupuestos, esquemas, entre otros: la familia.

 La familia:

Tengo hijos, los educo para que les vaya bien y sean felices y tengan una vida parecida a la mía. Pero mi hijo llega a la adolescencia y se cuestionan todo, las bases éticas, las mías, las nuestras no le sirven, tampoco nuestra forma de vida.  La familia “blanquita” (como él dice) a la que no siente que pertenece, el barrio de clase media blanca donde empezó a ser mirado con desconfianza y sospecha desde que no va de nuestra mano a jugar a un parque, o a comprar. Ahora, al entrar a un establecimiento le sigue el vigilante de turno, por si acaso.

No le vale esta familia que no tiene arroz en la nevera ni celebra el día de la Independencia de R.D. por todo lo alto, con alegría, música, bailes y picapollo. Está a años luz mental y emocionalmente, se ha ido a un país lejano (como cuentan que se fue el hijo pródigo) y durante el internamiento, ahora lo veo, se ha ido alejando más y más.

Nos necesita para subsistir y nos quiere a su modo. Igual que nosotros le queremos al nuestro, procesando la manera de amar a un hijo que siente que estar con nosotros es un quiebro del destino y así nos lo dice, que no debería estar aquí, no es su sitio.

Algo se torció en su vida,” la que debería ser” (dice) y ahora está aquí, en esta vida de blanquito y él, desubicado, quiere volver a lo que estaba destinado para él, eso cree con rotundidad, acercarse a su gente, su bandera, su patria que le emociona y de la que sabe más que de este país donde vive ahora. Se siente bien entre negros, ahí se encuentra en su sitio, el que no debió abandonar nunca. Y quizá tenga razón, o no, porque también cree que todo es como tiene que ser, que todo pasa por algo y solo Dios sabe, es por eso por lo que no se arrepiente de nada de lo que ha hecho, porque es quien es gracias a todo lo ocurrido y le gusta el camino donde está, caminando hacia ese país lejano.

Y yo pienso en esa funcionaria que conocía a su madre y le recomendó que pidiera una guarda para su hijo, porque no le podía atender bien en ese momento, porque su forma de vida no era la adecuada. El equipo que decidió que lo mejor para él sería una familia que le tuviese en acogimiento en su hogar mientras que se solucionaba todo, o bien pensando desde el principio que esa madre no era la mejor, aunque le quería y quería lo mejor para él. Esa madre que, quizá, abrumada por sus circunstancias y su miedo un día dejó de ir a las visitas mensuales mientras duró el acogimiento familiar. Un juez que decidió que sí, que nosotros éramos una buena familia para criar y educarle, dándole todo lo que no podía darle su madre en ese momento.

Nosotros felices salvadores de una vida que parecía que iba a ser muy difícil y convencidos de que podíamos darle un futuro mejor, nos dispusimos a criarlo, enblanqueciéndolo, mientras todo y todos le decían de distintas maneras que no, que no era de aquí. ¿Cuántas veces escuchó: de dónde eres? Y él, tan tierno y movido por nuestros consejos: “de Madrid” pero a nadie le valía esta respuesta, y seguían preguntando, así se daba cuenta, poco a poco que no le consideraban de aquí, que debía ser de un país lejano. Y así lo fue comprendiendo y aceptando. Hasta que ya adolescente nos lo pudo decir. Y nosotros, ilusos, pensando que le habíamos dado lo mejor para él. Y él por fin, encajando piezas y dándose cuenta de que no le habíamos sabido educar para la calle, que es donde siente que pertenece. No le habíamos dado herramientas para sobrevivir.

Él las buscó y las encontró en ese país lejano, pasando por situaciones muy difíciles, pero convencido de estar haciendo lo correcto.

Nosotros horrorizados, descolocados por el rechazo a nuestra manera de vida y valores de blanquitos de clase media en una situación de comodidad aletargada. Viviendo experiencias que, en principio, según nuestros planes, no nos correspondían, expulsiones del sistema educativo, violencia en la calle, comisarías, juicios, y al final, las instituciones nos quitan de casa a nuestro hijo para que cumpla una medida judicial en un centro. Y nosotros ¡Nosotros! siendo también un poco juzgados como padres, cacheados y pasando por el arco de detección de metales antes de poder ir a visitar a nuestro hijo. Sufriendo abrumados por esta situación que no cabe en nuestra cabeza, que no nos correspondía según nuestros planes. Y así, 15 meses, aprendiendo, porque nuestras certezas y expectativas se han venido abajo y tenemos que recolocar la vida entera.

Al final no le hemos salvado, ni la funcionaria, ni el equipo, ni el juez ni nadie. Al final camina solo, más duro y seguro atravesando tormentas, haciendo que acepta algunas condiciones, pero no se traga nada, no le valen nuestras charlas y planteamientos, no le valen los consejos de técnicos y psicólogas que también creen que saben lo que es mejor para él. Pero él lo tiene claro, ha tenido mucho tiempo para pensar y analizar, sale tras 15 meses más convencido que nunca y allá va, con fuerza y determinación imparable a ese país lejano.

 

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