El Cuidado Sensible al Trauma (o la tención informada sobre trauma) es un enfoque basado en el conocimiento del impacto del trauma. Está orientado a la atención integral de las personas con historias traumáticas. Promueve la comprensión de la respuesta al impacto traumático, enfatiza la seguridad física, psicológica y emocional tanto para cuidadores como para afectados, creando oportunidades para que los afectados puedan reconstruir un sentido de control y empoderamiento.
Todas las personas que interactúan con niños y niñas traumatizados, ya sea en el hogar, en los centros educativos o en otros ámbitos sociales, pueden hacer contribuciones importantes para la curación y el crecimiento. Este cuidado involucra acciones para fortalecer tres pilares: seguridad, conexiones y manejo de impulsos emocionales.
Índice de contenidos:
Los 3 pilares del Cuidado Sensible del trauma de Howard Bath
En las últimas décadas se ha creado una mayor conciencia sobre el impacto del trauma en la infancia. Esto ha provocado un cambio de enfoque en el tratamiento de las condiciones relacionadas con el trauma. Autores como Greenwald, Kinniburgh, Blaustein, Spinazzola, Van der Kolk y Perry pueden trasmitir la impresión de que para responder eficazmente a las condiciones relacionadas con el trauma, es necesario tener habilidades terapéuticas avanzadas y años de estudio formal. Sin embargo, hay algunas propuestas consistentes que surgen de la investigación y la literatura clínica que sugieren que gran parte de la curación del trauma puede tener lugar en entornos no clínicos. Greenwald (2005) observa:
“Los padres, los profesores/as, los entrenadores/as, las personas que se dedican al trabajo social y otros ámbitos de la sociedad están en posición de ayudar a un niño/a a sanar”
Hay evidencias que sugiere que los entornos vitales sensibles al trauma son un precursor necesario para cualquier terapia formal que pueda ofrecerse a un niño/a traumatizado. Incluso se podría argumentar que la creación de estos ambientes es el ingrediente crítico en la transformación terapéutica.
Trauma Complejo
Muchos de los niños, niñas y jóvenes que se encuentran en protección infantil, salud mental, educación especial, y los entornos judiciales han estado expuestos a traumas en sus primeros años. La literatura diferencia entre
- Tipo 1, o trauma agudo, que resulta de la exposición a un solo evento abrumador
- Tipo 2, o trauma complejo (también conocido como trauma del desarrollo o de la relación), que resulta de una exposición prolongada a situaciones traumáticas.
Bessel van der Kolk (2005) describe el trauma complejo como “la experiencia de eventos traumáticos adversos para el desarrollo, múltiples, crónicos y prolongados, la mayoría de las veces de naturaleza interpersonal… y de inicio temprano en la vida” (p. 402). Kinniburgh y sus colegas (2005) señalan que, tanto en términos de experiencia como de efecto, “la exposición a un trauma interpersonal complejo es cualitativamente distinta del trauma agudo” (p. 430).
Consecuencias del Trauma Complejo
Después de la exposición a eventos traumáticos agudos, algunas personas desarrollan los síntomas del trastorno de estrés postraumático. Estos implican:
- La reexperimentación involuntaria, repetida y provocada por señales del terror y la impotencia (a menudo a través de pesadillas o flashbacks);
- Un enfoque en evitar señales que puedan ser recordatorios del trauma.
- Hiperactivación e hipervigilancia.
- Problemas de concentración y enfoque.
- y una respuesta de sobresalto exagerada
Muchos niños/as traumatizados experimentan estos síntomas, pero no todos cumplen completamente con los criterios diagnósticos formales., Esto es debido a que dichos criterios fueron formulados originalmente pensando en los adultos. Pero, de forma general, la exposición a un trauma complejo ocurre a una edad temprana y la exposición es sostenida. Por tanto, los impactos en el desarrollo tienden a ser más generalizados.
Sistemas de respuesta al estrés
Los sistemas de respuesta al estrés del cerebro de estos niños y niñas parecen cambiar permanentemente. Estos cambios van surgiendo a medida que enfocan la atención en la necesidad de garantizar la seguridad, A diferencia de la respuestas de niños y niñas seguros, que se enfoca en intereses y actividades que promueven el crecimiento encuentran y que encuentran atractivos y estimulantes. Bruce Perry (2006) ha observado que
“Los niños/as traumatizados restablecen su nivel normal de excitación. Incluso cuando no existen amenazas externas, están en constante estado de alarma”
En particular, estos niños llegan a ver a los adultos como posibles fuentes de amenaza en lugar de fuentes de consuelo y apoyo. En entornos escolares suelen describirse como hipervigilantes porque constantemente escanean el entorno en busca de posibles fuentes de peligro.
Los niños que han sufrido un trauma complejo
- Pueden cumplir con los criterios diagnósticos para muchas enfermedades diferentes (más allá del trastorno de estrés postraumático)
- Que una serie de dominios del desarrollo pueden verse afectados, incluidos los sistemas de apego, la biología, la regulación afectiva, la disociación, el control del comportamiento, la cognición y el autoconcepto.
Aunque los resultados de un trauma complejo pueden ser muchos y variados, hay un impacto que parece sobresalir por encima del resto. Allan Schore (2003) observa; “La consecuencia más significativa del trauma relacional temprano es la pérdida de la capacidad de regular la intensidad y la duración de los afectos” (p. 141). De manera similar, van der Kolk (2005) afirma que “en el centro del estrés traumático hay una falla en la capacidad de regular los estados internos”, incluidos el miedo, la ira y los impulsos sexuales (p. 403).
Contextos de curación
Es lógico pensar que el tratamiento de los niños expuestos a un trauma complejo será en sí mismo complejo y duradero. Sin embargo, parece haber un consenso notable sobre los requisitos previos clave para la curación. Son factores críticos o pilares terapéuticos que deben existir para que se produzca la curación. Aunque existe un debate sobre el número de factores críticos, hay tres que son comunes en la mayoría de los enfoques.
- Desarrollo de l a seguridad,
- Promoción de relaciones curativas (Regulación afectiva)
- enseñanza de habilidades de afrontamiento y autocontrol
Para ayudar a abordar estos tres elementos no es necesario ser terapeuta.
En casos particulares, puede ser necesario considerar una gama de otros elementos de tratamiento. Pero los tres pilares críticos para la intervención descritos aquí son fundamentales y universales.
La seguridad
Los principales teóricos del desarrollo como Abraham Maslow, Erik Erikson y John Bowlby vieron la seguridad como una necesidad central del desarrollo de los bebés.
Los famosos experimentos de Harry Harlow con monos rhesus mostraron gráficamente cómo los monos bebés, privados de sus madres biológicas, preferían aferrarse a “madres” sustitutas de felpa frente a madres de alambre que solo les proporcionaban alimento.
Desafortunadamente, la experiencia que define a cualquier niño/a que ha experimentado un trauma complejo es sentirse inseguro. Desarrollan una desconfianza generalizada hacia los adultos con los que interactúan. Se vuelven “cautelosos de los adultos”, empleando una variedad de estrategias que los mantienen a raya.
El primer imperativo… es crear un lugar seguro para ellos/as.
Es lógico pensar que el primer imperativo al trabajar con niños traumatizados es crear un lugar seguro para ellos. Aunque establecer una sensación de seguridad puede llevar algún tiempo. Pero es poco probable que la terapia formal tenga éxito hasta que este elemento crítico esté en su lugar.
La noción de seguridad es multifacética y tiene muchos elementos que deben ser considerados. Además de las necesidades más obvias de seguridad física y emocional:
- Coherencia,
- Fiabilidad,
- Previsibilidad,
- Disponibilidad,
- Honestidad
También es importante incluir al niño o niña en la toma de decisiones, al igual que proporcionar conocimiento sobre sus circunstancias (cuando corresponda). Bruce Perry (2006) pone un énfasis en garantizar que los niños y niñas tengan el poder y el control apropiados sobre sus circunstancias cuando sea posible desde el punto de vista del desarrollo y la práctica.
Los comportamientos desafiantes de muchos niños y niñas traumatizados provocan respuestas controladoras y/o punitivas de los adultos que los cuidan. Este fenómeno suele crear entornos inseguros para estos niños/as. Muchos de sus comportamientos desafiantes reflejan su dolor interno y los proveedores de cuidado a menudo responden con reacciones basadas en el dolor. El desafío central para los cuidadores de niños con problemas es manejar el dolor primario… sin infligir dolor secundario innecesariamente… a través de reacciones punitivas o de control.
Conexiones
La seguridad en sí misma depende del desarrollo del segundo pilar de los cuidados sensibles al trauma: conexiones cómodas entre los niños/as traumatizados y sus cuidadores Las relaciones positivas son necesarias para el desarrollo humano saludable, pero el trauma socava estas conexiones que dan vida. Aunque hace tiempo que se reconoce la importancia de las relaciones positivas, ahora existe evidencia científica de que estos son los ingredientes críticos en la curación y el crecimiento.
El tratamiento de los niños expuestos a un trauma complejo será en sí mismo complejo y duradero.
Desde una perspectiva del neurodesarrollo, parece que los cerebros de los niños/as traumatizados han aprendido a asociar a los adultos con emociones negativas. Esta asociación, a su vez, conduce a comportamientos caracterizados por sospecha, evitación y/o abierta hostilidad. La tarea de los cuidadores y otros mentores es ayudar a reestructurar estas asociaciones para que los niños puedan desarrollar respuestas emocionales positivas (por ejemplo, felicidad, alegría, sentimientos de seguridad) con algunos adultos. Para que puedan aprender a distinguir con precisión entre aquellos que amenazan con hacer daño. y los que no.
Si el establecimiento de la seguridad es la primera consideración con los niños/as traumatizados y, sin embargo, son las respuestas de los adultos las que a menudo les traen más dolor ¿Cómo evitar que las correcciones que usan los adultos saboteen las conexiones que necesitan?
Manejo de emociones e impulsos.
La capacidad de gestionar las emociones de forma adaptativa o de autorregularse es uno de los “factores protectores fundamentales” para un desarrollo saludable. Como ya se ha indicado, el impacto más generalizado y de mayor alcance del trauma complejo es la desregulación de las emociones y los impulsos. Por lo tanto, un enfoque principal del trabajo con niños/as traumatizados debe ser enseñarles y apoyarles para que aprendan nuevas formas de manejar sus emociones e impulsos de manera efectiva. Van der Kolk (1996) ha sugerido que;
Se puede pensar que la función principal de los padres es ayudar a los niños a modular su propia excitación… enseñándoles habilidades que gradualmente los ayudarán a modularla”
¿No debería esto convertirse en un objetivo principal en las intervenciones de otros que entren en contacto con niños traumatizados?
Desde la perspectiva del neurodesarrollo, la corteza orbitofrontal, es la parte del cerebro más involucrada en el manejo y regulación de las emociones. La buena noticia es que también es la parte del cerebro que es más “plástica” o susceptible de cambio. Esto sugiere que la capacidad de aprender nuevas habilidades de manejo de emociones no se limita a la infancia.
Enfoques para la enseñanza de las habilidades de autorregulación
Hay muchos enfoques para la enseñanza de las habilidades de autorregulación
- Co-regulación cuando sus emociones se descontrolan en vez de enfoques coercitivos: algunos niños/as traumatizados no han tenido figuras parentales que les hayan enseñado a calmarse. pueden necesitar adultos que estén dispuestos a co-regular con ellos.
- Etiquetado de sentimientos: el proceso de etiquetar conscientemente las emociones problemáticas tiene un efecto calmante directo sobre esas emociones
- La escucha activa puede sentar las bases para la autorreflexión y, por lo tanto, ayudar a los niños y niñas a desarrollar “historias” sobre sus experiencias, un elemento crítico en el proceso de recuperación del trauma.
Cualquier enfoque que promueva el uso del procesamiento racional y el desarrollo de la capacidad de reflexionar sobre los sentimientos y los impulsos puede ayudar a los niños a desarrollar la autorregulación.
Conclusión
Los niños y niñas afectados por un trauma del desarrollo necesitan adultos en sus vidas que:
- puedan comprender el impacto generalizado de sus experiencias.
- reconozcan que las conexiones “dañadas” puede conducir a una variedad de comportamientos desafiantes.
Es necesario que estos adultos puedan desarrollar enfoques basados en el trauma que promuevan la curación y la conexión. Los tres elementos de tratamiento descritos aquí pueden ser aplicados por cualquier persona que desempeñe un papel en el cuidado, la enseñanza o la tutoría de estos niños. Estos elementos constituyen las características esenciales de los entornos curativos
Howard I. Bath, PhD, es recientemente nombrado Comisionado de la Infancia del Territorio del Norte y tiene su sede en Darwin, Australia. Psicólogo licenciado, formador de Response Ability Pathways (RAP) y ha coordinado las actividades de “Circle of Courage” en Australia.