Experiencias de adversidad en la infancia y resiliencia, con Becky Haas

Experiencias de adversidad en la infancia y resiliencia

Redacción PETALES

Equipo de redacción de Petales España.

Entrevista a Becky Haas experta internacional en los efectos del trauma (parte 2)

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Tomar conciencia de las experiencias de adversidad en la infancia (ACEs) es fundamental para entender el nivel de resiliencia de un individuo. El entorno condiciona la capacidad de resiliencia. ¿En qué entornos es más difícil que los niños crezcan y se desarrollen de una manera resiliente?

La Dra. Wendy Ellis del Instituto Milken de la Escuela de Salud Pública de la Universidad George Washington y algunos miembros de su equipo desarrollaron un gráfico llamado Par de ACE. Con este gráfico, muestran que un  mal suelo crea frutos pobres en el árbol. El suelo ilustra desafíos como la falta de vivienda asequible, la escasez de alimentos y la falta de empleo. Es probable que un árbol que crezca en este suelo produzca frutos como la violencia doméstica, drogadicción,   criminalidad, tener a padres en la cárcel… Cuando la tierra es pobre, el fruto del árbol también lo es.

Par de ACEs

Experiencias Adversas Infantiles

En algunas de nuestras escuelas, hay un trabajador social, contratado por medio de una organización sin ánimo de lucro llamada Comunidad en la Escuela, que hace un seguimiento de los estudiantes cuyas familias atraviesan problemas relacionados con  la vivienda y la salud. Cuando yo trabajaba en el departamento de policía, me sobrecogió saber que, al año, entre 300 y 400 niños que acuden a nuestras escuelas no tienen un hogar reconocido. Esto no significa que duerman debajo de un puente o en un coche. Significa que, al finalizar las clases, los profesores no tienen ni idea de adónde van ni dónde localizarlos. No tienen una dirección permanente. Contar con la presencia de un trabajador social en las escuelas puede ser de gran ayuda a la hora de atender las necesidades de los estudiantes y sus familias.

Con todo, no debemos olvidar que las experiencias se pueden suceder en todo tipo de entornos sociales, desde los más ricos a los menos favorecidos. La violencia doméstica no es exclusiva de un cierto nivel socioeconómico. Sin ir más lejos, en el año 2015, en mi código postal, se producía una media de nueve llamadas al día a la policía, por causa de la violencia doméstica. Según las estadísticas, se producen siete actos de violencia, antes de que la víctima se decida a pedir ayuda. Esto quiere decir que hay muchas situaciones de violencia que se desconocen y que los niños sufren en sus hogares. Por eso, es tan importante que la policía esté preparada para abordar estas situaciones desde el punto de vista del trauma. Un agente de policía preparado para hacer una intervención basada en el trauma, sabrá cómo conectar con el niño y darle seguridad. Lo verán como una figura protectora y no como una figura represora.

Pregunta: Los archivos de ACE tienen identificadas a personas que se encuentran en alto riesgo, pero usted también considera importante que se analice, desde el enfoque del trauma, al menos el 70% de la población que nos rodea y emplear el “método de las precauciones universales”.

Respuesta: Como formadora en ACEs, llevo presentando informes y estadísticas relacionadas con violencia desde 2014. Un 65% de las mujeres y un 75% de los varones en programas de desintoxicación por consumo de drogas presentaron historias de trauma; el 92 % de las mujeres sin hogar también fueron víctimas de trauma.  En 2013 el American Journal  of Public Health señaló que las personas sin hogar tenían una elevada probabilidad de haber sufrido adversidad en su infancia.

Cuando doy un curso sobre Experiencias Adversas Infantiles (ACEs) no suelo hacer test para determinar si mis alumnos han sufrido adversidad en la infancia. No es que me oponga a ello, pero creo, que si vas a hacer un test de este tipo, tienes que tener la posibilidad de ofrecer recursos a estas personas para ayudarles a procesar su trauma. Basándonos en las estadísticas mencionadas más arriba, tenemos que contar que el 70% de los trabajadores de nuestros equipos, como el 70% de nuestros clientes potenciales, ha sufrido historias de trauma. Algunos de los profesionales que asisten a mis cursos de formación me mandan correos y mensajes contándome las historias de abuso y negligencia de las que fueron víctimas y cómo las superaron.

Hace dos años di un curso en la Academia de Víctimas del Senador Tommy Burke. Me preguntaron por qué era necesario tener equipos formados en trauma. Les dí el siguiente argumento. Si fueras a atender a un grupo de personas en el que sabes que el  70% tiene algún tipo de problema auditivo, seguro que pondrías vídeos con subtítulos y tendrías personal familiarizado con el lenguaje de signos. ¿Qué pasaría si ese 70% tuviera problemas de movilidad? Adecuarías las instalaciones poniendo las rampas y adaptando los servicios, tal y como obliga la normativa federal. ¿Qué pasaría entonces si el 70% de la gente que vas a atender son supervivientes de trauma? ¿Cómo podemos asegurar que les estamos prestando la ayuda que necesitan en vez de retraumatizarlos?

Si fueras a atender a un grupo de personas en el que sabes que el  70% tiene algún tipo de problema auditivo pondrías vídeos con subtítulos y personal especializado en lenguajes de signos. ¿Prestamos la misma atención si esas personas son supervivientes de trauma?

Pregunta: Hay varios tipos de identificadores de trauma (consciente, sensible y receptivo) ¿Podría hablarnos de ellos?

Respuesta: En los cursos que imparto sobre intervención basada en trauma, utilizo el siguiente paradigma. Primero hay que ser consciente del trauma, después sensible y receptivo al trauma, y, por último, formado e informado en trauma. Asistir a una clase de dos o tres horas no te convierte en una persona formada en trauma. Esto es un viaje.

Podríamos establecer un paralelismo con el consumo de tabaco. Hace unas cuantas décadas fumar estaba bien visto y totalmente aceptado en nuestra sociedad. En cambio, hoy en día, fumar está mal visto y prohibido en la mayoría de los espacios públicos. En un taller de tres horas sí puedo ayudar a los líderes de una organización a diseñar un plan de acción para incorporar un enfoque basado en el trauma en la actividad con los colectivos con los que trabajan.

Pregunta: Después de haber asistido a uno de sus cursos de formación, puedo decir que usted tiene una gran capacidad para entender y sensibilizar a las personas sobre qué es el trauma. ¿Cómo empezó a interesarse en este tema?

Respuesta: Mis padres me inculcaron el valor del trabajo dentro de la comunidad. También fue muy importante mi trabajo dentro de la iglesia.  La fe es parte integral en mi vida. En aquella época, empecé a interesarme por las historias de la gente a la que atendía.  Nunca me han sido indiferentes las historias de sufrimiento y resiliencia de los demás. Una de las historias que más me impactó fue la de un amigo mío, que ahora tiene noventa años, y que se quedó huérfano de niño al morir sus padres de tuberculosis. Él y sus dos hermanos se fueron a vivir con unos tíos. Todos los domingos los hacían arreglarse para ir a la iglesia. Después de misa los tíos les hacían quedarse sentados en un banco, mientras una fila de gente pasaba a saludarlos. Mi amigo no tardó en darse cuenta de que sus tíos los mostraban a los vecinos para ver si alguien quería adoptarlos. Historias de este tipo siempre me han resonado.

ACEs me abrió la posibilidad de ayudar a los demás, aunando fe, coraje y compasión. Me dio la oportunidad de ser consciente del coraje de muchos supervivientes de trauma. Y también me hizo ver cómo un gesto de empatía es fundamental para estas personas que sufren, como, por ejemplo, el hecho de acompañar a unos padres a visitar a su hijo a la cárcel. La verdad es que no sé quién encontró a quién: si yo a ACE o ACE me encontró a mí.

Pregunta: Sabemos que las experiencias adversas infantiles, a nivel individual, se asocia con alcoholismo, depresión, problemas de salud, absentismo laboral… ¿Cómo afecta esto a la  sociedad?

Respuesta: Cuando empecé a trabajar con la policía, me di cuenta del impacto a gran escala de la epidemia de la droga. El trauma no es una excusa para la droga y el crimen, pero sí nos ofrece una explicación. Cuando a la gente le pasan desgracias, todos buscamos la manera de sobrellevarlas. Donde algunos activamos mecanismos saludables para afrontar situaciones difíciles, otros activan comportamientos escapistas y de riesgo, (consumo de sustancias tóxicas, alcohol, desórdenes alimenticios) que suelen comenzar a una edad temprana.

La droga y el crimen suponen un alto coste a las administraciones. Un coste que se incrementa año a año. Por ejemplo, en el año 2010 el presupuesto anual destinado a una cárcel era de 615.000 dólares, y en 2019 pasó a ser de 3 millones de dólares anuales. Mantener a un preso en una cárcel cuesta una media de 80 dólares al día, entre gastos de comida, atención médica, ropa, talleres… Igual pasa con los hospitales que tienen que atender a víctimas por violencia, abusos de sustancias, bebés que nacen de madres con problemas de drogadicción.  Al final, esto lo pagamos todos con nuestros impuestos. Pero esto no es el camino. Tenemos que cambiar el punto de vista y la forma de abordar el problema

¿Cómo puede ACE ayudar a nuestros niños? Tenemos que tener escuelas con el enfoque de intervención basada en trauma, con profesores formados en adversidad infantil. Los alumnos dejarían de ser considerados conflictivos, para ser considerados supervivientes. Los profesores no expulsarían a los alumnos por su comportamiento, sino que harían lo posible por seguir motivándolos y mantenerlos en la escuela, no expulsarlos del sistema. De esta manera, evitaríamos que cayeran en la droga y en la marginalidad,  y esto, a la larga,  repercutirá en la sociedad.

 

 

 

 

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