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I Cruce Solidario Estrecho de Gibraltar para difundir los Trastornos de Apego a beneficio de PETALES España
El verdadero protagonista de esta historia eres tú.
La historia comienza con la llegada al mundo de un niño cualquiera, da igual su nombre y su edad, o su nacionalidad.
Tuvo la mala suerte de nacer en un país lejano, dónde el frío de su clima fue un presagio de la soledad y desapego que iba a recibir en sus primeros años. Ya desde la concepción y el embarazo, le falto el amor de su progenitora, y le sobraron otras muchas cosas que no vienen al caso. No pudo gozar de las miradas de amor de una madre, ni disfrutar las sonrisas y carantoñas que guían al niño a sentirse amado. Le faltaron también las caricias de un padre, y el contacto comprensivo y amable de abuelos, tíos, primos, o hermanos. Le faltó, en suma, todo aquello que ni siquiera los animales niegan a sus crías; ese amor, esa calma que da saberse querido incondicionalmente, y aprender a calmarse en el confortable calor del abrazo maternal.
Abandonado de todos, fue ingresado en un orfanato. Allí aprendió a luchar con sus semejantes por un mendrugo de pan o una galleta, o por una mirada de atención. Imaginaros como debió pasar las horas mirando al techo vacío y ausente hasta que descubrió que la rabieta era el único mecanismo para sentirse acompañado y atendido. Se acostumbró a exigir (y obtener) el amor a puñadas, gritos y estertores. Y así, fue creciendo entre el frío de las nieves y de la soledad con un inmenso agujero dentro.

No empatizaba con casi nadie, y nadie simpatizaba con él. Le gustaba provocar reacción en sus semejantes, y para ello, les asustaba con amenazas sanguinolentas, insultos o agresiones livianas. Y sobre todo, intentaba, controlar todas y cada una de las situaciones del día haciéndose el fuerte y dominante. Y cuando las consecuencias llegaban, siempre encontraba alguna manera de culpar a los demás de su conducta. Tenía, de alguna manera, el don de sacar de todas las personas con las que interactuaba lo peor que llevaban dentro.
Y claro, esto no lo hacía precisamente popular en su barrio, ni en su colegio, ni en su familia, ni en su ciudad. Y cuando se percataba del rechazo, una ira inconmensurable le dominaba cegándole por completo. Y comenzó a sentir que la vida era una mierda, y que no merecía la pena vivir de esa forma. Quiso quitarse la vida varias veces.

Esta claro que nuestro protagonista probablemente hubiera elegido el final (a) o (b), eso ya lo intuimos. Pero esa no es la cuestión. La pregunta es …. Y tu….
¿cual eliges tú?
Y todo por tí.
Para que los mires distinto.
Para que oigas hablar de ellos.
Para que los entiendas.
Para que no los juzgues.
Para que los aceptes.
Para que tengan las mismas oportunidades.
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