Cada vez más cerca
Domingo, 8:00 de la mañana. Mar en calma. Sin viento fuerte, pero ligero poniente. Las condiciones, aparentemente, ideales.
He quedado con Juan para nadar a las 8.00. Con Ivan y el resto de los compañeros, para nadar a las 10.30.
Así que decido ponerme el traje de neopreno, para asegurarme llegar vivo a final de la jornada.
Tras los protocolos habituales, nos echamos al agua dirección al faro. Como siempre, la aparente calma del agua se vuelve agitación nada más llegar a la virgen. El agua, como siempre, turbia.
De ahí en adelante, vamos siendo mecidos por unas olas que, siendo suaves, tienen bastante fuerza.
Tras un buen rato, llegamos hasta el faro. Juan, que va sin traje no da muestra alguna de tener frío. Más bien, al contrario, parece que está disfrutando intensamente el baño.
Ya en la vuelta, apenas avanzamos, por una corriente sutil pero cansina. Tras 20 minutos, y viendo que se nos echa la hora encima, decidimos salirnos y volver corriendo para llegar tiempo, Juan al trabajo, y yo a la cita con los compañeros. Asi lo hacemos, y volvemos desde cerca del faro corriendo.
Llegamos, y sin cambiarnos, nos hacemos la foto y seguimos camino.
En apenas 5 minutos, estoy en La Cala, donde me encuentro la agradable sorpresa de que han venido todos los compañeros, y también otro grupo de nadadores amigos de Iván.
Sin duda, parece que lo de poner los domingos a las 10.30 ayuda a venir…
Sin mas interrupción que la de los protocolarios saludos, nos tiramos al agua dirección al faro, esta vez desde el otro lado.
Ya el viento se ha levantado, y el mar está más agitado, aunque las olas no son demasiado grandes. Quizás el mar, que es un bromista reconocido, haya querido dar así la bienvenida a los compañeros.
Una zarandeada hora después, mareos incluidos, vamos llegando a la playa desordenadamente.
Con un cafetito calentito, y un poco de charla con los compañeros sobre lo que hemos aprendido hoy, pongo agradecido fin a dos horas de continuas de agua de mar.
Pocas son, para lo que se nos avecina.
Entretanto, mi familia me espera en casa.
Disfrutando del aire libre, de la actividad deportiva, y de la relación con los compañeros, me siento feliz de darme cuenta cada vez estamos más cerca de dar cumplimiento a nuestro reto.
Pero, reflexionando camino de casa en el coche, me doy cuenta que, absorbido por la intensidad del reto, casi me he olvidado porque y para que lo vamos a hacer.
No volverá a ocurrir.
Javier Herrera
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