Hoy hace un año que declaramos la Guerra a la ignorancia sobre el trastorno de apego
La guerra contra la ignorancia sincera, contra los prejuicios, contra la burocracia, contra la estupidez concienzuda, contra el desamor, y a veces, incluso contra nosotros mismos o nuestras propias familias.
Un año intenso, cargado de trabajo y de ilusión, que nació la idea de crear PETALES España.
El destino juntó a personas que no estaban destinadas a conocerse. Y sin embargo, se encontraron y decidieron que había que hacer algo.
Que no podían aceptar, sin más, que sus hijos estaban destinados a ser carne de cañón, a ser maltratados por el sistema educativo, y de tener como única esperanza las drogas y el alcohol, y como único refugio, la carcel o el psiquiatrico.
Y que los hijos de los demás también.
Solos frente al mundo, como los locos del barrio, decidimos levantar una bandera bajo la cual pudieran alistarse todos aquellos que sufren las consecuencias del abandono, negligencia o malos tratos en la primera infancia. O todos los que conviven diariamente con estas personas.
Una bandera para ir a la guerra
Una guerra contra todos los que no creyeran en nuestros chicos.
Una guerra pacífica, didáctica, empática, casi amistosa, pero guerra al fin.
Pero resultó que esos locos no estaban tan solos. Empezamos encontrando hermanos y hermanas más allá de las fronteras. En PETALES Bélgica y PETALES Quebec encontramos ayuda, apoyo y auxilio, y una mano amiga que supo guiarnos desinteresada y amistosamente a través de su experiencia. En PETALES Internacional encontramos un lugar dónde aprender de los demás y dónde compartir ilusiones y proyectos.
Y había aun más…
Empezaron a aparecer, como por arte de magia, más personas y familias también perdidas, desesperadas, cansadas. Continuamente, sin parar, se fueron sumando familias de todos los rincones de España, buscando un oasis de fe, esperanza y cambio.
Poco a poco, entre todos empezamos a construir una casa común, dónde la única regla es la Empatía, el respeto y la aceptación. Un lugar desde el que hacer posible una nueva realidad para que puedan desarrollarse en plenitud las personas que sufren las consecuencias del abandono, del maltrato o del trauma infantil.
Sin prejuicios, sin valoraciones. Sólo ayudarles a construirse como seres humanos.
Y durante ese año todos hemos aprendido muchas cosas. A menudo, a través de las experiencias de los demás, hemos aprendido cosas que daban sentido al dolor de sus hijos. Incluso, aprendimos mucho de nosotros mismos y de nuestras familias.
Y aprendimos también que teníamos que cambiar el mundo. Que ya no basta solamente con darle una oportunidad a nuestros hijos, sino que tenemos la responsabilidad por hacer consciente al mundo entero de la necesidad de cambiar el modo en el que críamos a nuestros niños.
Sorprendidos, descubrimos que el mundo estaba esperando nuestra voz firme e ilusionada para ser cambiado. Y fueron surgiendo insospechados aliados y compañeros de camino con los que, aun partiendo de distintos lugares, habíamos llegado a remar juntos en la misma dirección. Una guerra sin enemigos, salvo nosotros mismos y nuestra forma de entender la vida.
Nos pusimos a trabajar, aportando cada uno lo que pudo, cuando pudo. Y empezó a llegar ayuda desinteresada desde otros muchos lugares; psicólogos, maestros, trabajadores sociales, funcionarios, políticos, empresarios, otras organizaciones del tercer sector, educadores sociales, instituciones y administraciones, y un larguísimo etcétera que han venido aportando continua y desinteresadamente su apoyo a nuestra causa.
Hemos avanzado mucho, muchísimo en tan sólo un año.
Pero surgen nuevos frentes. Nos esperan más batallas para consolidar los avances.
Ahí estaremos para dar guerra.
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