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Desarrollo del vínculo afectivo o apego

El desarrollo del vínculo afectivo o apego comienza en nuestras  primeras relaciones. Comienza ya en el embarazo y se va desarrollando en neutros primeros años de vida. Esta construcción del apego influye en gran medida en las que establezcamos  en el futuro. Es en este primer momento de la vida, cuando el niño aprende lo que puede esperar de un  ser humano

Antes de nacer

El desarrollo del vínculo afectivo o apego  puede estar determinado antes de nacer. Comienza en el momento en el que dos personas adultas deciden tener un hijo. Una de las primeras cuestiones nos remite al deseo del niño de nacer y al contexto en el que viven sus padres. Pueden darse circunstancias como niños/as que llegan por sorpresa, de los que nacen para intentar resolver las dificultades de una pareja que no va bien o para evitar que uno de los padres abandone el hogar, de niños habidos fuera de las relaciones de pareja y de todos los que de una manera u otra han sido deseados por sus padres. Las razones del embarazo y nacimiento pueden ser muy diversas, pero desde el momento de su nacimiento, el niño o la niña están influidos por el sistema familiar.

Cómo se desarrolla el vínculo afectivo

Durante el embarazo

En el momento de la concepción del niño o de la niña y hasta su nacimiento  el feto presenta ya una  vida sensorial:

  • A partir de los 5 meses tiene capacidades de audición. Es así como el niño, desde su nacimiento , es capaz de reconocer la voz de su madre,
  • Tiene cierta capacidades a nivel visual : el feto presenta fluctuaciones de su ritmo cardiaco cuando se envían flashes luminosos sobre el vientre de su madre. Esta percepción visual se sitúa también alrededor de los seis meses de  vida intrauterina,
  • Los gustos de la madre y su régimen alimenticio pasan al niño,
  • tacto y la sensibilidad táctil : urante la palpación del vientre de la madre se ha apreciado como el feto se  desplaza para colocar su espalda bajo la mano que acaricia el vientre, moviéndose de manera muy característica
  • A partir de estos elementos de sensorialidad se va a construir el psiquismo del niño o la niña:  sobre estas  huellas kinestésicas  se funda un primer « yo » corporal, es decir sobre representaciones sensoriales;  no se trata todavía de una memoria, sino mas bien de huellas kinestésicas sensoriales que conducen a un esbozo de representación.

Representación del niño o niña antes de nacer

Cómo se desarrolla el vínculo afectivo

También se conoce  que la vida imaginaria y fantasmática de la madre durante el embarazo representa una base esencial de las relaciones  ulteriores que ella tendrá (o no tendrá) con  su bebe después del nacimiento. Esta vida imaginaria es esencial para la transformación de una mujer en madre y en  su relación con su hijo/a cuando nazca. Esta representación del niño o niña imaginario con una cierta idealización (cuando se trata de un niño deseado) de este niño, puede a veces al nacer ser confrontado a una realidad no conforme a la  idealización de la madre durante el embarazo. Y cuando el niño o la niña no es deseado, que su madre no se entrega durante el embarazo, lo imaginario de la madre impregna al niño/a de vacío, de nada, de irrealidad.

El periodo neo-natal de los primeros días, léase primeros meses después del nacimiento, ha sido muy estudiado por una serie de autores (Brazelton, Daniel Stern, Bertrand Cramer, Serge Lebovici). En el transcurso de los últimos 25 años, estos autores han trabajado mucho, estudiado y observado el bebé en el momento del nacimiento. Las primeras experiencias del bebé se desenvolverán bajo el modo de la sensorialidad (la vista, el tacto, el reflejo de agarrarse, el reflejo de succión, son espontáneos).

Durante el primer año de vida

El bebé pone a prueba miles de veces el establecimiento del vínculo afectivo: cada vez que llora, que tiene hambre o frío, que necesita una caricia comprueba que su mamá le da lo que espera.

El niño o la niña  desarrolla sí una confianza de base en su madre, un sentimiento de seguridad que le permitirá explorar su entorno a partir del primer año.

Durante el segundo año de vida

Se desarrolla un segundo ciclo de experiencias cuando el niño aprende poco a poco a aceptar los límites que comportan las reglas sociales. A partir de las experiencias diarias que le proporciona el cuidado de su madre, del  descubrimiento de lo que lo rodea, de la experiencia de  la ausencia o la proximidad de su madre, el niño es capaz de construir un modelo operativo interno del mundo que le rodea, de su madre y de él mismo.

Este modelo  es para el niño la representación de lo que suponen las relaciones sociales en general y lo que le cabe esperar de un vínculo afectivo particular: de la seguridad o inseguridad que éste genera.

Lo ideal es que el niño sea capaz de construir un modelo flexible y que le haga sentirse seguro. Y que este logro  lo aplique a las demás relaciones. Un modelo operativo interno eficaz permite al niño anticiparse a diferentes fenómenos y lo protege de posibles peligros que puedan presentarse en su propio entorno o en entornos nuevos.

Cómo se desarrolla el vínculo afectivo

Cuando el niño o la niña experimentan el rechazo de su madre

Pero, si como consecuencia de repetidas experiencias con su madre o la persona que ejerce ese papel, este modelo no puede adaptarse a los cambios o a situaciones no habituales, el comportamiento del niño puede presentar síntomas de rigidez, inadaptación o, incluso, síntomas patológicos.

Concretamente, si un niño pequeño experimenta el rechazo de su madre -ya sea éste real o vivido como real por el niño- es probable que su modelo operacional interno le haga verse como alguien no digno de ser amado o aceptado y vea a su madre incapaz de darle la seguridad que necesita.

Este modelo, inicialmente desarrollado en las primeras interacciones madre/hijo, evoluciona durante el crecimiento  y ante las nuevas experiencias.  Pero, aunque estas nuevas experiencias tienen importancia, el niño y posteriormente el adulto que llegará a ser, dependerá siempre del primer modelo  de representación del mundo que se haya construido e interiorizado.

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